Maestra Montaña


...y el salón de clases, estaba allí preparado, como siempre, como nunca...permanente y siempre diferente, enorme y pequeño, como nosotros mismos...
De techo, el cielo encortinado de estrellas en la noche y bendecido de sol durante el día...
La Maestra, seductora, clara, firme, gigantezca, amable, acogedora y exigente, conciente de las lecciones guardadas por siglos y enseñadas a tantos...serena y dispuesta a recibirnos en un abrazo extraño e inolvidable...
Esta vez, las materias enseñadas fueron, el frío...más sin dañarnos; la fatiga...más sin agotarnos; nos enseñó la sed, sin permitirnos llegar a estar sedientos. Nos mostró el valor de la constancia, de la perseverancia...nos hizo sentir el desafío de avanzar en la ruta hacia su cima, el cansancio...
El sol, nos habló de su poder...el viento estuvo ausente, amable, sabiendo que, quizas, estos discípulos, no estaban listos para conocer de su inclemencia...la lluvia y la nieve se guardaron quietas para una próxima lección...
La Maestra, nos mostró la camaradería, nos permitió encontrarnos un poco a nosotros mismos y vernos reflejados en el amigo, en el compañero de cordada, nos dejó ir conociendo la forma en que, en sus dominios, siempre dependemos del otro...
Así es ella, siempre dispuesta a mostrarnos todo de nosotros mismos...ahí, suprema, esperando nuestra llegada a una nueva lección, respetable y temible en su ira, sabia consejera para el que está dispuesto a oirla, a atender a sus señas, a pasear respetuoso por sus valles, quebradas y pendientes...
Gracias por una nueva lección...he aprendido cada uno de tus consejos y recordatorios...he puesto mucha atención y con humildad ansío la nueva clase, deseoso de mostrarme buen alumno, siempre agradecido de mi Maestra Montaña...

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